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Muchas personas de América Latina y el Caribe viven y trabajan en el extranjero. Los migrantes se han sentido motivados a abandonar sus países de origen en busca de mejores oportunidades laborales y, en algunos casos, entornos más seguros. En los países de origen, las familias reciben con frecuencia remesas que ayudan a mejorar los niveles de vida, la atención médica y la educación. Las remesas además aportan recursos financieros para el comercio y la inversión, que contribuyen al crecimiento del país.
Sin embargo, en algunos casos, el efecto sobre las personas que se quedan en los países de origen puede ser negativo, pues los migrantes tienden a ser jóvenes y, tal vez, altamente calificados (médicos, enfermeros o ingenieros) y su partida perjudica el potencial económico del país.
En nuestro número más reciente de Perspectivas económicas: Las Américas se concluye que la migración y las remesas, en forma conjunta, han tenido un leve efecto negativo en el crecimiento real per cápita de grandes partes de la región, aunque con diferencias entre las subregiones. Por el lado positivo, las remesas tienen efectos ventajosos para la estabilidad.
Tendencias de la migración y las remesas
La migración exterior (o emigración) ha sido un importante fenómeno en los países de la región, en especial para el Caribe; América Central, Panamá y República Dominicana y México. En estos países, los emigrantes representan cerca del 10% de la población, frente a un promedio de aproximadamente 2% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo a escala mundial. Los emigrantes envían a sus países de origen importantes sumas de dinero —alrededor de 6% del PIB en promedio— para apoyar a sus familiares.
En cambio, en algunos países de América del Sur como Paraguay y Uruguay, cuyas poblaciones emigrantes son considerables, el volumen de remesas del exterior parece insignificante en comparación con los volúmenes que reciben países vecinos de América Central y el Caribe.
Estados Unidos es, por lejos, el destino más importante de los migrantes de América Latina y el Caribe: alrededor de dos tercios de los emigrantes de esas regiones viven y trabajan en Estados Unidos. Esta alta concentración en un solo país de destino significa que la prosperidad económica de los migrantes de la región, y de las remesas que envían a sus hogares, está a merced de los altibajos económicos y los cambios de la política de inmigración de Estados Unidos.
¿Quiénes son estos emigrantes?
Los emigrantes provenientes de México y América Central tienden a ser más jóvenes (en promedio, de alrededor de 20 años de edad) con menores niveles educativos que los de América del Sur y el Caribe. De estos últimos, aproximadamente el 40% ha cursado por lo menos estudios universitarios. Con una alta proporción de trabajadores calificados que abandonan sus países de origen, el Caribe, en particular, ha estado sufriendo una “fuga de cerebros”.
Con niveles educativos más bajos, los emigrantes de México y América Central tienden a ocuparse en trabajos que exigen menores calificaciones y que por ende su remuneración es menor, pero aun así envían una mayor proporción de sus ingresos a sus familias.
Efectos sobre el crecimiento
La emigración de personas en edad laboral reduce la fuerza laboral y debilita el crecimiento del país de origen, y este efecto tiende a ser más intenso en los países que enfrentan una fuga de cerebros. Pero el dinero que los migrantes envían a sus hogares aporta una serie de beneficios a sus familias, así como recursos financieros para el comercio y la inversión.
Nuestro análisis indica que el efecto global de estos factores depende del perfil de los migrantes y del monto de dinero que envían a casa, con variados efectos netos sobre el crecimiento en toda la región.
En el caso de países con emigrantes altamente calificados, como los del Caribe, y en menor medida de América del Sur, el impacto negativo de la emigración sobre el crecimiento no se ve totalmente compensado por el dinero que los migrantes envían a sus países de origen. En cambio, en el caso de los países de América Central, las ventajas del mayor volumen de remesas parecerían compensar en buena medida (o superar) los efectos negativos de la emigración.
Las remesas son una valiosa fuente de estabilidad
Los efectos de la migración y las remesas sobre el crecimiento quizá no sean nítidos, pero las remesas pueden constituir una fuente valiosa de estabilidad económica.
Según nuestro análisis, las remesas son una importante fuente de ingresos y pueden estimular el consumo en los países de origen cuando la economía atraviesa una situación difícil. Por ejemplo, se observa que los emigrantes tienden a enviar más dinero a casa luego de desastres naturales, especialmente en el Caribe, la región más expuesta a esos fenómenos.
Se observa asimismo que las remesas pueden apuntalar la estabilidad financiera al reforzar la capacidad de reembolso de los prestatarios, y ayudan a generar ingresos para el gobierno, que grava el gasto derivado de las remesas. Por último, un análisis más a fondo del caso de México revela que la migración y las remesas pueden ayudar a reducir la pobreza y la desigualdad, ya que las remesas tienen como destino principal hogares de bajo ingreso.
Inclinar la balanza hacia el lado favorable
¿Qué pueden hacer los países para aprovechar las ventajas y a la vez minimizar los costos de la emigración y las remesas? En general, recomendamos políticas orientadas a reducir la emigración pero que a la vez apoyen las remesas y promuevan su uso productivo por parte de las familias que las reciben.
Los países deberían enfocar su atención en políticas estructurales que incentiven a la gente a quedarse y a los emigrantes a retornar, por ejemplo, con medidas que permitan revalidar las calificaciones profesionales adquiridas en el extranjero y con reformas para limitar la fuga de cerebros, como el desarrollo del sector del turismo de salud. Asimismo, las políticas orientadas a fomentar la oferta de trabajo, en particular las que incrementen la participación de la mujer en la fuerza laboral, también pueden servir para compensar el efecto adverso de la emigración sobre la productividad.
Dado que las remesas traen consigo muchas ventajas, las políticas deberían facilitar el desarrollo de canales financieros formales para que los migrantes envíen dinero a sus hogares, así como la reducción de los costos de enviar dinero con soluciones nuevas como el dinero móvil.
Políticas eficaces que mitiguen el problema de seguridad en los países de América Central y el Caribe también podrían aliviar ciertos factores clave que restringen el uso productivo de las remesas; un ejemplo sería propiciar una mayor inversión de las remesas en pequeñas empresas.
En el caso de los países que dependen mucho de las entradas de remesas, es importante garantizar que las defensas financieras, como son las reservas internacionales del banco central, estén en niveles adecuados para compensar una posible pérdida de remesas debida a shocks económicos negativos o cambios en las políticas de inmigración de los países que acogen a los inmigrantes.